MARIO VARGAS LLOSA
EL PEZ EN EL AGUA (Memorias)
EL PEZ EN EL AGUA (Memorias)
(Pág. 431)
Algún tiempo antes,
el 7 de junio de 1989, el Servicio de Inteligencia de la Marina, que, se
supone, es el mejor organizado – pues las rivalidades institucionales habían
impedido que hubiera un servicio de Inteligencia integrado-, nos había hecho a Belaunde, a Bedoya,
a mí y a un pequeño grupo del Frente Democrático, una exposición de varias
horas sobre el mismo asunto, en uno de los locales de la Naval. Los oficiales
que presentaron los informes era desenvueltos y la información abundante y, en
apariencia, bien fundada. Tenían fotos tomadas en París de los visitantes del
centro de operaciones instalados allí por Sendero Luminoso para sus campañas de
propaganda y recolección de fondos en toda Europa…
Pese a la discreción que nos recomendaron, aquel encuentro trascendió y tuvo consecuencias, pues el presidente García pidió sanciones para los responsables. Desde entonces, las entrevistas con oficiales en activo las hice solo, luego de cinematográficos recorridos en que me cambiaban varias veces de casa y de automóvil...
Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori en debate presidencial Perú 1990
(Pág. 432-433)
De todas las
reuniones la que me dejó un mejor recuerdo fue la conversación con el general
Jaime Salinas Sedó, jefe entonces de la Segunda Región – la División de Tanques
– de la que han salido casi siempre los golpes militares. Con él allí la democracia
parecía asegurada. Culto, bien hablado, de maneras elegantes, parecía muy
preocupado por la tradicional incomunicación entre la sociedad civil y la
esfera militar en el Perú, lo que, decía, era un riesgo continuo para la
legalidad. Me habló de la necesidad de e tecnificar y modernizar a las Fuerzas Armadas, de
erradicar de ellas la política y de sancionar con severidad la corrupción,
frecuentes en los últimos años, para que las instituciones militares tuvieran
en el país el prestigio que tenían en Francia o Gran Bretaña. 52 Tanto él como
el almirante Panizo, entonces presidente del Comando Conjunto, con quien tuve
también un par de reuniones privadas, me aseguraron de manera enfática que las
Fuerzas Armadas no permitirían el fraude electoral.
Trae a colación
el Editorial diario “El Comercio” 13/nov./2012
– Francisco Miró Quesada Rada: “Jaime
Salinas Sedó y el derecho a la
insurgencia”. “Un día como hoy, hace veinte años, el general Jaime Salinas Sedó, ya en retiro, y 25 oficiales
de las Fuerzas Armadas… insurgieron
contra la dictadura de Alberto Fujimori. Actuaron en su ley, porque
creyeron y creen en la democracia… “(¿Este golpe estaba programado antes de la
segunda vuelta presidencia del 1990? ¿Si hubiese tenido éxito, que candidatos
se beneficiaban en nueva elección Presidencial ? ¿Y los generales victorioso, que
dividendos le corresponderían?)
(Pág. 441)
En la noche, a la
hora de la cena, en el hotel de Turismo, pregunté quién era y de dónde venia
este Alberto Fujimori que sólo a diez días de las elecciones parecía comenzar a
existir como candidato…
(Pág. 485)
Había rumores
alarmantes, en las últimas horas de un golpe de Estado, y el arzobispo creía su
deber comunicármelos. Que yo me retirara de la contienda electoral podía ser el
pretexto para que los nostálgicos de la dictadura dieran el zarpazo, alegando
que la interrupción del proceso provocaba inestabilidad, anarquía.
La víspera había
tenido una reunión con algunos obispos y habían cambiado ideas sobre estos
temas, y todos coincidieron en lo que acababa de decirme. .. Hasta su llegada a
mi casa estaba convencido de que lo mejor que podía hacer era crear, mediante
mi renuncia a la segunda vuelta, una situación de hecho en la que había enormes
posibilidades de que Fujimori llegara a una alianza con el Frente Democrático,
que diera solidez al futuro gobierno e impidiera que éste resultara una mera
continuación del de Alan García. Pero su advertencia de que ello podía
desencadenar un golpe de Estado –“tengo elementos de juicio suficientes para
decir esto”- me hizo vacilar. Entre todas las catástrofes que le podía
sobrevenir al Perú, la peor era retroceder una vez más a la época de los
cuartelazos.
(Pág. 504)
Freddy Cooper se
presentó a mi casa a anunciarme que el
papa Juan Pablo II me recibiría, en Roma, en audiencia especial, dentro de tres
días. Podía ir, asistir a la cita, y volver en poco más de cuarenta y ocho
horas de modo que el cronograma de la campaña no se vería afectado…
Su amigo
DR. PABLO ALBAN
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