lunes, 24 de diciembre de 2012

"A BELAUNDE LO ALARMABA QUE (FUJIMORI) LLEGARA A SER PRESIDENTE"


EL PEZ EN EL AGUA (MEMORIAS).- Mario Vargas Llosa

(Pág. 490)
Ni los más experimentados entre esos viejos políticos acababan de entender el fenómeno Fujimori. Como Chirinos Soto, a Belaunde, con su arraigada idea del Perú mestizo, indoespañol,  lo alarmaba que llegara a ser presidente alguien con todos sus muertos enterrados en el  Japón. ¿Cómo podría tener un compromiso profundo con el país quien era prácticamente un forastero? Estos argumentos, que oí innumerables veces, en boca de muchos de mis partidarios, entre ellos un grupo de oficiales de la Marina de Guerra en retiro que me visitó, me hacían sentir en una acción de absurdidad total.
Pero de esta reunión resultó algo positivo una colaboración de las fuerzas del Frente, un espíritu fraterno que no existió antes. Desde entonces hasta el 10 de junio, populistas, pepecistas, libertarios y sodistas trabajaron unidos, sin querellas, golpes bajos y mezquindades de los años anteriores, presentando una imagen muy distinta de la que hasta entonces había mostrado… (¿Qué los unió?).

(Pág. 482)
A menudo oiría en boca de partidarios míos tan cultos e inteligentes… por ser hijo de japoneses, por no tener raíces en suelo peruano, por seguir siendo su madre una señora extranjera que ni siquiera había aprendido el español, Fujimori era menos peruano que yo y que quienes –indios o blancos- llevábamos muchas generaciones de vida peruana. Muchas veces, en el curso de los dos siguientes, tuve que salir a decir que género de razones a mí me hacían desear que ganara las elecciones Fujimori, porque ellas delataban dos aberraciones contra las que he escrito y hablado toda mi vida: el nacionalismo y el racismo (dos aberraciones que, en verdad, son una sola). (¿Se practica lo que se predica?).

EL DIABLO EN CAMPAÑA.- Álvaro Vargas Llosa.

(Pág. 157)
De pronto, en medio de todo, sonó el teléfono. Llamaban de parte del arzobispo de Lima y primado de la iglesia peruana, monseñor Augusto Vargas Alzamora, que quería con urgencia comunicarse con el candidato. Una descordinación impidió que hablaran por teléfono. El arzobispo se puso en contacto con Luis Bustamante y le dijo que era cosa de vida o muerte que hablara con Vargas Llosa, que por favor lo acompañara a su casa. Y fue así que se produjo un acontecimiento que la historia no debe desdeñar: el arzobispo y primado de la iglesia se escondió en una camioneta de lunas polarizadas, en posición horizontal y doblado sobe el asiento, y se metió a la casa de Barranco por el garaje, sin que los 300 periodistas que montaban guardia afuera pudieran distinguir quién era el intruso. Una vez dentro se dirigió al segundo piso…  De un solo porrazo, este nuevo líder de la iglesia peruana, en línea con la iglesia nicaragüense y la chilena, entraban en acción…

(Pág. 160)
Mi padre (Mario Vargas Llosa) pidió al Senador Chirinos que oficiara de portavoz de la reunión… Enrique se presentó a la prensa como a la prensa como portavoz de Mario Vargas Llosa, cosa que no era… El habló que Fujimori como un peruano que no era de primera generación, cosa que, al calor de las tensiones raciales provocadas por los resultados electorales, cayó muy mal (…). Me vi obligado (Álvaro) a emitir un comunicado desautorizando su persona y tomando distancia con sus declaraciones. (¿Por el efecto?)

(Pág. 163-164)
Los primeros días, reinaba una cierta incertidumbre ¿Cómo combatir a un fantasma? Fujimori no era nadie. Su figura pública no tenía carne y hueso. Ni siquiera sus partidarios habían salido a las calles el día de las elecciones, lo que demostraba que el voto por él encerraba muchas cosas menos la adhesión personal. Lo único que hubo desde el principio en la mente de todos su vinculación con el Gobierno

(Pág. 166-167)
Papel de primer orden en la campaña el descubrimiento de Fujimori jugo  César Hildebrandt. Él era uno de los que se sentía estafado. Su admiración personal por el candidato del Frente Democrático, en parte, y en parte su indignación por el espíritu “criollo” de la candidatura adversaria (“criollo” es una palabra que en el lenguaje común de los peruanos tiene un sentido de trampa) lo lanzaron a tomar la batuta de los medios de prensa. Durante semanas su programa dominical se dedicó a recoger todas las denuncias sobre subvaluaciones de propiedades hechas por la pareja Fujimori (práctica común el país, en vista del sistema tributario existente, pero que llamaba la atención en un candidato presidencia), exploró a fondo las relaciones de Cambio 90 con los militares evangelistas y, por cierto, tuvo acceso a reveladores informes y vídeos sobre la vinculación de Fujimori con el Gobierno. Hildebrandt andaba incluso irritado con el ánimo comprensivo que mostrábamos en la familia todos con ganas de comernos al “chino”, y en alguna ocasión nos lanzó críticas públicamente por ese motivo. Él simbolizaba en ese momento mejor que nadie la sensación de engaño y cólera que envolvía a la clase dirigente del país, a nuestras clases medias golpeadas pero lúcidas, y a ese sector de peruanos miserables que se adherían con desesperación a la causa del Frente Democrático y sentían como trágico el hecho de que tantos de su vecinos de la pobreza estuviesen, por razones de distanciamiento racial, económico y psicológico, dispuestos a dar un salto al vacío. Su programa, fue un catalizador importante de opinión pública.

(Pág. 184)
La situación alcanzó una apoteosis el día que la Iglesia Católica anunció que sacaría la imagen del Señor de los Milagros a las calles… y sólo había sido convocada cinco cinco veces antes en el siglo fuera de temporada por razones especiales… Y, por sin no fuera poco, existía la amenaza de que Alan García, como presidente del Estado católico peruano, se hiciera presente para  tratar de neutralizar el posible efecto político del acontecimiento.

(Pág.  187)
El comentario general era que este acontecimiento significaba un acto de intervención directa en la campaña por parte de la jerarquía católica…
La aparición de Fujimori, descendiente de japoneses y con marcados rasgos orientales, seguidos de un buen número de mestizos, fue bien utilizada por nuestros enemigos para introducir, en este volcán, el combustible racial.

Su amigo
DR. PABLO ALBAN

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