EL PEZ EN EL AGUA
(MEMORIAS).- Mario Vargas Llosa
(Pág. 490)
Ni los más
experimentados entre esos viejos políticos acababan de entender el fenómeno
Fujimori. Como Chirinos Soto, a Belaunde, con su arraigada idea del Perú mestizo,
indoespañol, lo alarmaba que llegara a
ser presidente alguien con todos sus muertos enterrados en el Japón. ¿Cómo podría tener un compromiso
profundo con el país quien era prácticamente un forastero? Estos argumentos,
que oí innumerables veces, en boca de muchos de mis partidarios, entre ellos un
grupo de oficiales de la Marina de Guerra en retiro que me visitó, me hacían
sentir en una acción de absurdidad total.
Pero de esta
reunión resultó algo positivo una colaboración de las fuerzas del Frente, un
espíritu fraterno que no existió antes. Desde entonces hasta el 10 de junio,
populistas, pepecistas, libertarios y sodistas trabajaron unidos, sin
querellas, golpes bajos y mezquindades de los años anteriores, presentando una
imagen muy distinta de la que hasta entonces había mostrado… (¿Qué los unió?).
(Pág. 482)
A menudo oiría en
boca de partidarios míos tan cultos e inteligentes… por ser hijo de japoneses,
por no tener raíces en suelo peruano, por seguir siendo su madre una señora
extranjera que ni siquiera había aprendido el español, Fujimori era menos
peruano que yo y que quienes –indios o blancos- llevábamos muchas generaciones
de vida peruana. Muchas veces, en el curso de los dos siguientes, tuve que
salir a decir que género de razones a mí me hacían desear que ganara las
elecciones Fujimori, porque ellas delataban dos aberraciones contra las que he
escrito y hablado toda mi vida: el nacionalismo y el racismo (dos aberraciones
que, en verdad, son una sola). (¿Se practica lo que se predica?).
EL DIABLO EN
CAMPAÑA.- Álvaro Vargas Llosa.
(Pág. 157)
De pronto, en
medio de todo, sonó el teléfono. Llamaban de parte del arzobispo de Lima y
primado de la iglesia peruana, monseñor Augusto Vargas Alzamora, que quería con
urgencia comunicarse con el candidato. Una descordinación impidió que hablaran
por teléfono. El arzobispo se puso en contacto con Luis Bustamante y le dijo que
era cosa de vida o muerte que hablara con Vargas Llosa, que por favor lo
acompañara a su casa. Y fue así que se produjo un acontecimiento que la
historia no debe desdeñar: el arzobispo y primado de la iglesia se escondió en
una camioneta de lunas polarizadas, en posición horizontal y doblado sobe el
asiento, y se metió a la casa de Barranco por el garaje, sin que los 300
periodistas que montaban guardia afuera pudieran distinguir quién era el
intruso. Una vez dentro se dirigió al segundo piso… De un solo porrazo, este nuevo líder de la
iglesia peruana, en línea con la iglesia nicaragüense y la chilena, entraban en
acción…
(Pág. 160)
Mi padre (Mario
Vargas Llosa) pidió al Senador Chirinos que oficiara de portavoz de la reunión…
Enrique se presentó a la prensa como a la prensa como portavoz de Mario Vargas
Llosa, cosa que no era… El habló que Fujimori como un peruano que no era de
primera generación, cosa que, al calor de las tensiones raciales provocadas por
los resultados electorales, cayó muy mal (…). Me vi obligado (Álvaro) a
emitir un comunicado desautorizando su persona y tomando distancia con sus
declaraciones. (¿Por el efecto?)
(Pág. 163-164)
Los primeros
días, reinaba una cierta incertidumbre ¿Cómo combatir a un fantasma? Fujimori
no era nadie. Su figura pública no tenía carne y hueso. Ni siquiera sus
partidarios habían salido a las calles el día de las elecciones, lo que
demostraba que el voto por él encerraba muchas cosas menos la adhesión
personal. Lo único que hubo desde el principio en la mente de todos su
vinculación con el Gobierno
(Pág. 166-167)
Papel de primer
orden en la campaña el descubrimiento de Fujimori jugo César Hildebrandt. Él era uno de los que se
sentía estafado. Su admiración personal por el candidato del Frente
Democrático, en parte, y en parte su indignación por el espíritu “criollo” de
la candidatura adversaria (“criollo” es una palabra que en el lenguaje común de
los peruanos tiene un sentido de trampa) lo lanzaron a tomar la batuta de los
medios de prensa. Durante semanas su programa dominical se dedicó a recoger
todas las denuncias sobre subvaluaciones de propiedades hechas por la pareja
Fujimori (práctica común el país, en vista del sistema tributario existente,
pero que llamaba la atención en un candidato presidencia), exploró a fondo las
relaciones de Cambio 90 con los militares evangelistas y, por cierto, tuvo
acceso a reveladores informes y vídeos sobre la vinculación de Fujimori con el
Gobierno. Hildebrandt andaba incluso irritado con el ánimo comprensivo que
mostrábamos en la familia todos con ganas de comernos al “chino”, y en alguna ocasión
nos lanzó críticas públicamente por ese motivo. Él simbolizaba en ese momento
mejor que nadie la sensación de engaño y cólera que envolvía a la clase
dirigente del país, a nuestras clases medias golpeadas pero lúcidas, y a ese
sector de peruanos miserables que se adherían con desesperación a la causa del
Frente Democrático y sentían como trágico el hecho de que tantos de su vecinos
de la pobreza estuviesen, por razones de distanciamiento racial, económico y psicológico,
dispuestos a dar un salto al vacío. Su programa, fue un catalizador importante
de opinión pública.
(Pág. 184)
La situación
alcanzó una apoteosis el día que la Iglesia Católica anunció que sacaría la
imagen del Señor de los Milagros a las calles… y sólo había sido convocada
cinco cinco veces antes en el siglo fuera de temporada por razones especiales…
Y, por sin no fuera poco, existía la amenaza de que Alan García, como
presidente del Estado católico peruano, se hiciera presente para tratar de neutralizar el posible efecto
político del acontecimiento.
(Pág. 187)
El comentario
general era que este acontecimiento significaba un acto de intervención directa
en la campaña por parte de la jerarquía católica…
La aparición de
Fujimori, descendiente de japoneses y con marcados rasgos orientales, seguidos
de un buen número de mestizos, fue bien utilizada por nuestros enemigos para
introducir, en este volcán, el combustible racial.
Su amigo
DR. PABLO ALBAN
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